GUILLERMO MURÚA, Gran Eslabón de la Historia Musical de Mendoza

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58 años de carrera musical. Supo codearse con los grandes artistas locales, nacionales e internacionales. Cientos de giras y actuaciones encima, lo autorizan para que nos cuente la historia de la música de Mendoza, historia de la que él es una parte importante. Pasen y lean, que El Guille, no se guardó nada. Disfruten de esta historia de vida.

Guille, sos una eminencia del folklore y una gran referencia de la música de la Provincia de Mendoza. Lamentablemente, creo yo, reconocido por las últimas generaciones y/o no muy recordado quizás en el último tiempo. Podés explicarnos cómo es que empezás vos con esto de la música, que indudablemente es lo que te marcó la vida.

Yo marco una diferencia con los nuevos jóvenes, por una cuestión de época (década del 50) porque yo cuando comencé tenía 14 años, ya firme cantando, solía juntarme en lugares donde había gente muy muy grande de nuestro folklore. Podía estar en una fiesta de los Cuadros (familiares de Hilario) que vivían en la calle Juan B. Justo y sabía llegar Don Hilario con sus Trovadores. Allí yo lo conozco a Domingo Morales, a Don Tomás Lucero que era otra primera voz, a otro ser humano con mayúsculas porque era un gigante César Torelli, a tremendos guitarristas como Roberto Mujica, Germán Zamora, Martín Ochoa, Félix Lacon González, al Chamito Diaz, Carlos “gringo” González, Ángel Honorato, Santos Rodríguez de Las Voces del Plumerillo, y bueno, toda esta gente, que yo siendo jovencito, no los olvidé nunca. Ellos venían desde antes que yo, y sin embargo siempre los abrigué.

Qué fuerte y qué significativo para un joven haber estado en esa época con esos grandes. Es un privilegio que has tenido la suerte de vivir.

Y sí, porque una cosa muy importante fue que en el año 57 un sábado 5 de julio, a mí me había conocido un tiempo antes Don Carlos Montbrun Ocampo mediante el Chicho Montbrun (pariente de él), y en ese encuentro me invita Don Carlos a hacerme presente en el Teatro Independencia. Me dijo que si me iba de traje mejor, porque él me quería presentar en su famoso espectáculo “Las Alegres Fiestas Gauchas”, y fui finalmente. Estando en el palco cerca del escenario, Montbrun Ocampo en plena actuación me menciona y le pregunta al público que si le parecía bien invitar a un jovencito que anda cantando por Mendoza y que lo está haciendo muy bien -son palabras de él-. Entonces, el Teatro Independencia, que estaba lleno, aplaude y yo subo al escenario. Canto con él, fue un momento que no olvidaré nunca, porque tuvo una actitud de grandeza que solo tienen los grandes como Montbrun Ocampo. Tal es así que cuando estaba actuando en Canal 9 de Mza., canto en homenaje a Don Carlos unos temas de su autoría, al finalizar el programa, allí estaban Dedé -su esposa- y su hija Mariela . Me agradecieron el homenaje y bueno, son cosas que se deben tener en cuenta cuando se tiene buena memoria. No olvidar a la gente que marcó rumbos en nuestro folklore. Y hacerlo con respeto a esa trayectoria. Me lo agradecían por acordarme de él cuando nadie lo hacía. Por eso te digo que hay que tener memoria, la memoria es muy importante y yo tengo una memoria muy muy interesante aunque a veces por cuestiones de la edad… ya tengo 73 años. Por cuestiones del tiempo y de conocer tanta gente, a veces se me van algunos apellidos. Pero yo como joven estuve siempre en todas las movidas e inclusive tengo recuerdos anteriores a mi comienzo de cantor, con Armando Tejada Gómez, con Edgardo Suárez, el Chupete Nicolás Segovia, Tito Pagés, Servando Juárez, en la Feria de Guaymallén cuando era todo barriales enteros. No existía la terminal de ómnibus actual. Y ellos trabajaban ahí de anunciadores y yo caía a buscar alguna changa en la que no tuviera que hacer mucha fuerza, ya que era chiquito y flaco. A partir de ahí comienzo a andar con Tejada Gómez, y después, cuando él llega como locutor a la LV10 y yo también llego como cantante solista a esa emisora en el año 1958. Ese reencuentro fue inolvidable. Después yo seguí, y seguí cantando. Tenía un amiguito que falleció muy joven, Pablito Godoy, que comenzó a caminar junto conmigo, a tocar la guitarra y cantar, fundamos el conjunto “Las Voces del Quebrachal”, lo que es mi inicio en un conjunto. Logramos hacer un cuarteto tan interesante que me acuerdo que en pleno apogeo de Los Chilicotes (que lo integraba el Chacho Arancibia, autor argentino de varias poesías criollas) se quedaron maravillados con Las Voces del Quebrachal, eso es en el año 59. Y seguí andando y andando hasta que llegamos a la década del 60, en la que voy a estar con los “Chacay Manta”. Antes, en el 58, había cantado en El Refugio de Montbrun Ocampo que quedaba en San Martín 510 del centro, lugar histórico que hace poco terminaron de demoler. Allí cantaba yo con Los Indios Tavajaras, con Félix Pérez Cardozo (autor de la música de Los 60 Granaderos, el arpista de Los Trovadores de Cuyo), bueno conocí gente muy interesante. Hasta que llega el año 1961, donde empiezo a actuar en El Patio (también de Montbrun Ocampo) en calle 9 de Julio y Rivadavia, y allí estaban Las Voces del Huayra. Con Las Voces del Huayra llegaba un hombre alto y todavía sin barba que se llamaba Jorge Cafrune. Recuerdo que ensayábamos y afinábamos en la vereda de calle 9 de julio, una salida lateral del Patio y allí charlamos con Jorge Cafrune y me comenta que en cualquier momento vuelve a Mendoza como solista de canto. Cuando Jorge vuelve en el 62 a Mendoza, nos encontramos en la casa del Gaucho Ortubia (un viejo caudillo lencinista) que vivía en la actual calle Uruguay de la sexta sección. El Gaucho Ortubia era un poco tutor mío porque era un hombre que me orientaba bastante con sus retos. En este mismo tiempo y en el mismo lugar llegan Los Olimareños, un dúo uruguayo que tuve la suerte de conocer, con quienes hice una gran amistad y tal es así que actuando en Buenos Aires intentamos hacer un trío porque salía bien, estuvimos probando algunos temas pero finalmente no se dio, a pesar de la estrecha relación, porque yo quería volverme a Mendoza. Quedó en una amistad inalterable. Y así siguió digamos mi vida haciendo radio en Mendoza, yendo a todos los festivales nacionales que se hicieron en el país, cuando los grandes festivales eran realmente festivales nacionales porque participaban todas las provincias, no se destacaba un artista en especial que las representara sino una delegación completa con bailarines, guitarristas, cantores, solistas de guitarra, solistas de canto, bailarines de malambo. Entonces, así ganamos muchísimos festivales y nos vinimos con muchos premios, ya sea con Alberto Rodríguez o con Mario Ibáñez. De hablarte de festivales, he estado en todos, casi desde los comienzos de estos grandes festivales nacionales. Y después bueno, seguí andando mi vida.

¿Ahí aparece quizás tu mayor ícono o hito en tu historia musical? El grupo Ecos del Ande.

El grupo Ecos del Ande ya había aparecido en el 58-59 cuando estábamos actuando en El Refugio. Armando Talquenca me invita a tocar en el conjunto, comenzamos a ensayar e hicimos una actuación solamente, porque me echaron. El Pirucho Lledó, decía que él no estaba dispuesto a hacer el papel de Cinco Latinos, o sea, él quería que el conjunto cantara y hacer arreglos de voces, nada más. El Pirucho Daniel Lledó siempre se acordaba de esa historia y cada cena que nos encontrábamos, siempre se acordaba y era motivo de risas, la verdad un ser muy querido por mí, yo entendía lo que él quería decir. Esto me sirvió de mucho, porque Daniel me apuntaló como me apuntaló siempre Armando Talquenca. Pero, me voy del conjunto.

A fines del 62 yo entro a cantar con el Cuarteto Bértiz, después de haber dejado Las Voces del Quebrachal, y Los Hacheros (que éramos el Negro Alberto Notti, el Minty Gutiérrez del Barrio, Mario Vizcaya). Hacíamos bastante lio con este conjunto porque andaba muy bien. Pero yo me fui, me fui porque estaba en la búsqueda de algo, que por ahí ni sabía lo que era, solo que estaba buscando algo. Entonces ahí es cuando aparece el Cuarteto Bértiz y me voy con ellos. El Pepete Bértiz llegó a mi casa, habló conmigo y me dijo cuál era la idea. Acepté el ofrecimiento, comenzamos a ensayar y nos fuimos de gira, estuvimos en una gira muy muy bonita, muy interesante, donde yo aprendí muchísimo de ese cuarteto. Llegó en el momento justo, yo necesitaba enriquecerme musicalmente. Entonces yo aprendí mucho de lo que hace a la vocalización y armonía, lo que hace a los arreglos musicales, a hacer voces. Yo tocaba el guitarrón en ese cuarteto, un guitarrón fabricado por Don Santiago Bértiz. Luego me fui, porque apareció una gran oportunidad para Pepete Bértiz, para que se fuera con Los 3 Para El Folklore, con Lalo Honner y Luisito Amaya porque Chito Zeballos se iba a seguir su carrera de solista.

Después sigo como solista haciendo audiciones de radio. En las cuatro AM de Mendoza. No me faltaba trabajo, porque mes a mes estuve contratado en las distintas Emisoras.

Ostentás ese récord…

Soy el único artista de Mendoza que ha tenido contratos registrados con las cuatro emisoras (Nacional, LV8 Libertador, LV 10, y Splendid que después se transformó en Nihuil). Ahí canté como solista, y mirá que guitarristas que tenía: a Santiago Bértiz, a Tito Francia, a Pedro Gullo, a David Caballero, Ángel Honorato. En una oportunidad lo tuve a Roberto Mujica con su requinto. Bueno, tuve la suerte de que las guitarras eran guitarras estables de las emisoras. Era algo increíble la actividad musical que había, porque las radios en aquellas épocas no solo se daban el lujo, que actualmente podrían hacerlo, de tener típica de Tango, Jazz (unos grupos impresionantes), tenían las guitarras estables, si venía un cantante de tango, melódico o lo que fuera, la orquesta la tenía, igual que el jazz.

Algo cambió con el tiempo, porque la nueva gente que viene a hacerse cargo de las emisoras allá por la década del 60 y 70, hace desaparecer todo eso, y la radio se transforma en una emisora que solamente propala música y discos, pero los contratos se acabaron. Se acabaron los cantores, los guitarristas, las orquestas, y es una verdadera pena, porque los que están actualmente conduciendo los medios de Mendoza no saben lo que pierden, nunca van a tomar conciencia. No se puede amar lo que no se conoce.

¿Cómo sigue tu historia?

Un día que termino una audición en la LV10 me fue a buscar el Lito Quiroga y me dijo que él se iba del conjunto y los muchachos habían pensado que yo podía ser la primera voz que cantara con Ecos del Ande, a lo que yo contesté que ya me habían echado una vuelta de ahí. Entonces bueno, me acerqué a charlar igual con Armando Talquenca y quedamos en empezar a ensayar. Ahí comienza una de las épocas más brillantes que tiene Ecos del Ande, porque allí yo me encuentro con Daniel Talquenca, Armando Talquenca, Karito Herrada –un grande- y yo. Comenzaba para mí una etapa de mi vida muy interesante, me faltaría el tiempo para nombrarte la cantidad de lugares donde tocamos, hasta en el Hotel Provincial de Mar del Plata cantamos. Y en varios festivales, como Cosquín.

Ya Ecos del Ande había levantado vuelo. Porque tuvimos la suerte de que con la formación anterior -Armando Talquenca, Alfredo Santos, Germán Alberto Lucero y el Lobo Roberto Ortíz- ellos ganaron el Festival Internacional del Disco en Mar del Plata, con una interpretación del tema “Nuestro Concierto en Tiempos de Malambo”, algo increíble pero lo hicieron. Ese conjunto al desarmarse deja como algo flotando en el ambiente y ahí aparezco yo.

Además de actuar, nos pusimos un negocio, La Tranquera de Ecos del Ande, que marcó un hito en las peñas folklóricas de Mendoza. Ahí nos juntábamos con toda la resistencia, hacíamos nuestras reuniones, porque todos estábamos comprometidos de una u otra forma con algo. Con un ideal político y las charlas clandestinas se hacían. Allí participaban muchos muchachos, y entre esos estaba Tejada Gómez viste, iba Don Ángel Bustelo, el Negro Ábalos, también Benito Marianetti, el Mamadera Aragón, Edgardo Suarez…y entre todos iba yo. Bueno después nos juntábamos ahí en calle Perú, en la casa de Benito. Ahí estábamos todos esos locos soñadores haciendo castillos en el aire, siempre soñando lo mejor para la gente. Esa era la discusión eterna que teníamos, qué era lo mejor para la gente.

Y bueno, llegó el tiempo en que se acabó para mí Ecos del Ande en el año 68, y ese mismo año yo actúo en el Teatro Griego Frank Romero Day como solista en el Festival Andino de Folklore, un festival muy grande que hacían los alumnos de medicina. Realmente fue algo muy muy muy grande eso. Se llenaba el Teatro las 3 noches, y se contaba con muchísimos cantantes de Cuyo y otros nacionales. Allí, ya canté junto a Mercedes Sosa, los Chalcha, Los Fronte, Los Quilla, Los del Alba, Landrisina, etc. Seguí así con mi carrera de solista, hasta que otra vez de nuevo caigo: viene el Mariano “yogur” Moreno y me pide que cantara con ellos, quería hacer un trío.

Así que comenzamos a hacer un trío, hicimos “Mi Casa Riojana” en el Challaolandia. Lo llenábamos bote a bote y llevábamos los números nacionales más grandes y los mejores de Mendoza. Fue grande la cosa. Luego cuando cerró Mi Casa Riojana, éramos contratados por La Casona, recién inaugurada y nos contratan con exclusividad (no podíamos actuar adentro de los 60 kms). En el 70 hicimos la Vendimia de Tupungato, luego hicimos actuaciones en el Cirque Du Soleil. Tuve la suerte de actuar en ese circo, eso para mí fue uno de los mayores logros, hay que llegar a cantar en esa pista… ¡Yo me acuerdo que Hugo Del Carril había cantado en la pista de un Circo con Gabino Ezeiza!

Después de un año y pico con los Hermanos Moreno, me hago cargo de la dirección artística de la Peña Achalay. En aquel lugar aparece un muchachito que me lo presenta un señor (su padre) para hacerlo actuar en Achalay, porque yo era el que llevaba los espectáculos de allí. Y ese pibe, Rafael Ricardo Ruiz, estaba nerviosísimo, no sabía dónde meterse, temblaba por todos lados, pero actuó muy bien, acertadamente lo hizo, pegó bastante bien. Y a partir de ahí, entre charla y charla hicimos una amistad muy linda. Así que hicimos el Dúo Huarpe, y nos fue bien. Lo que pasa es que los solistas son solistas, siempre tienden a volar solos…

¿Es cierto que el día que Paco Ruiz te presentó a su hijo, el Golondrina estaba todo vestido de blanco con un bigote muy particular? (Risas).

(Risas) Sí, es cierto. Parecía realmente una golondrina. Estaba completamente de blanco y tenía mucho pelo negro oscuro y ondulado, y los bigotes mostacholes tipo Pancho Villa. Ése era el Golondrina en esa época.

¿Con la misma humildad que tiene hasta el día de hoy?

A ese negro hay que pegarle para que hable (risas). Sí, el Negro no ha cambiado nunca, tiene mucha humildad y es un grande, mi compadre. Lo de Golondrina, fue bautizado en la Peña Achalay y soy el primero en anunciarlo de esta forma.

Se desarma el Dúo Huarpe, ¿y cómo sigue tu historia?

Sigo como solista un tiempo, hasta que por cuestiones de extrema necesidad tuve que buscarme otro trabajo. Entré a trabajar a la Legislatura Provincial en 1973, y seguí cantando siempre, con dificultades. Mi esposa, médica pediatra, había comenzado hacer guardias en emergencias del Emilio Civit, pero mientras podía hacía alguna que otra actuación.

Hasta que llegó el año ´76, el 24 de marzo me complicó la vida. Yo fui cesanteado por la dictadura. Tenía “libertad” vigilada gracias a un Comisario que me había apuntado como apuntó a muchos. El 13 de Agosto de 1976, que es cuando me llevan detenido. Fueron cuatro meses sin saber qué iba a ser de mi vida, no tenía miedo y con mi esposa ya habíamos charlado de esta posibilidad.

¿Sufriste torturas?

Yo creo que no hay peor tortura que la psicológica, por suerte a mi no me tocaron, pero sí hubieron momentos muy difíciles cuando me privaron de mi libertad, que yo no los conté nunca. Y si me perdonas, prefiero seguir en silencio. Lo que viví, solo yo lo sé y no quiero hacer una película. Ya está. Existen familias que la pasaron peor que yo y los conozco y jamás dijeron nada. En esa época nadie fue a mi casa a preguntar por mí, nadie se acercaba para ver que necesitaba mi familia. Mi padre era el supervisor de la instalación de las obras cloacales de Villa Marini y ni él se salvó de la persecución. Lo buscaron por todos lados pero, mi viejo ya había sido perseguido en el 55, sabía cuidarse solo. Había un miedo total. Mi mujer, Martha, me contaba que en la casa de calle Honorio Barraquero de Godoy Cruz había sufrido cuatro allanamientos. Cuando me dejan en libertad no encontraba trabajo por ningún lado, y en todos lados me decían lo mismo, que era una figura política muy vista y que no los podía comprometer. Y yo los entendía, porque arriesgaban su negocio. Pensar que un pibe que muchas veces cuidé, me negó la indemnización de cesanteado. El pibe, fue un jefe de gabinete de Jaque. Pobre pibe. Creo que me hizo algún mal. Pues se equivocó, pero es parte del libro que se está escribiendo.

Hasta que apareció “el Ronco” Omar Del Río, y me contrató para actuar. Fue importante porque llevaba más de un año sin tocar y mi señora la estaba pasando mal. Ella fue una gran luchadora por la salud pública y se enfrentaba a muchos gorilitas. El tema del “Ronco“ fue en diciembre del ´77, Día del Petróleo, y los contratados éramos Estela Raval, Roberto Rufino, Los Manantiales y yo. Era una gran fiesta en el Salón de los Espejos del Plaza Hotel. Estaban Pérez Companc y el gerente de Quitral Co, Ing. Juan Carlos Manzur. Me hicieron una oferta interesante y me insistió para que siguiera tocando, así que se armó una ronda linda. Al finalizar, me ofrecen trabajo en una petrolera y con la oferta de sueldo que me ofrecían ni loco podía decir que no. Entro a trabajar ahí, lo que me gustaba, es que ya salía de circulación y mientras menos me vieran, mejor. No me exponía tanto. Ahí trabajé hasta el ´85, y lamento haberme ido de Quitral Co.

Durante esos años hicimos “Juan Moreira” con el Gran actor Tino Neglia y con Golondrina Ruiz. Hice vendimias como bailarín.

Finalmente soy reincorporado a mi antiguo trabajo y puesto, la Legislatura Provincial, ya que era parte de la Comisión de Cesanteados.

En 1994, recibí el Premio “Diario Los Andes” al mejor solista de canto tradicional cuyano. La terna era Carlos Coria –un cantorazo de aquellos-, Anselmo Mendoza –un cantor y compositor que admiro mucho- y yo, pero yo no era el jurado. Cuando pregunté a Tito Francia “¿Por qué yo? Tito me respondió que se hizo esta elección basándose en mi historia de canto de la década del 50 en adelante y pesaba mucho el intérprete y mi historia radial y televisiva. Muchos en Mendoza ignoran que yo con mi guitarrita canté cuecas y tonadas en “Sábados Circulares” de Mancera.

Luego comencé a escribir, comencé a componer canciones y música para orquesta. En la Vendimia del 95 me convocan para que compusiera en décimas una Payada que tenía mencionado el Libreto pero la letra ni la música estaban. Compuse el tema y lo canté, payando con Armando Talquenca en la Vendimia Central.

En la Fiesta Nacional de la Vendimia de 1996, Alejandro Scarpetta y Gloria Blaschi me convocaron para cantar la Tonada de mi autoría “Poeta del Vino” dedicada al gran Abelardo Vázquez. Esta actuación no la olvidaré jamás. Salí solo al centro del escenario y asombrado de tener más de 30.000 personas en el lugar escuchándome la tonada y aún más, yo cerré los ojos y canté y canté y al abrir los ojos, me encuentro rodeado por 700 bailarines de vendimia en homenaje al Gran Abelardo.

Después actué en varias vendimias más como solista. Mis canciones eran puestas en varias vendimias departamentales, como Luján de Cuyo, Rivadavia, Tunuyán, San Rafael, Guaymallén, etc. Y seguí, seguí, seguí y seguí. Vino la producción del Cassette del “Poeta del Vino”, y fue presentado oficialmente en el Auditorio “Adolfo Calle” del Diario Los Andes.

¿Qué más te puedo contar? Canté en el Festival de Necochea en el 64 con Hugo Del Carril. También he actuado con Edmundo Riveros, con Jorge Sobral, con Roxana Falazca, Roberto Rufino, Roberto Goyeneche, Héctor Mauré, Alberto Castillo, Cortés, María Concepción César, Eber y Sisí Lobato. Con muchos de ellos hice importantes giras. También te podría hablar de mi relación con el gran Daniel Riolobos, Ricardo Yarque, el maestro Leo Marini, Antonio Tormo, etc.

¿Y con qué otros grandes artistas tuviste la oportunidad de compartir?

Con Los Olimareños, Jorge Cafrune, con la Mercedes actuamos y junto con el Dani Talquenca éramos los guitarristas de la Negra Sosa en la LV8 cuando La Negra se llamaba Gladis Osorio, así dice aquel contrato. También con Los Fronterizos originales, con Los Chalchaleros, con Los Cantores del Alba, los Cantores de Quilla Huasi. Tuve la suerte de estar en Buenos Aires en el Rancho de Fernando Ochoa, donde conocí de una forma muy bonita a la Nelly Omar, que siempre me pedía que le cantara un valsecito que le gustaba mucho a ella (el vals Temblando), a Olguita Subarri, a Jorge Salcedo, a muchos grandes de aquella época.

¿Conoció a Violeta Parra y a Atahualpa Yupanqui?

Con Atahualpa estuvimos allá por el 60 en la Quinta Sección en la casa de los Arancibia, del Pelado Arancibia, quien lo llevaba a actuar a todos lados. En el patio, Don Ata me ve con la guitarra –yo estaba sentado- y me pregunta si tocaba algo. Entonces lo recibí con una tonada con cogollo, creo que fue la primera vez que hice un cogollo tan bien fundamentado. Después le canté un vals que me acompaña desde niño, lo cantaba mi papá Andrés, que también fue un cantante importante de acá de Mendoza. Le canté Tristezas Criollas de Ignacio Corsini, y cuando terminé me dice Don Ata: “Qué bonito, muy bonito, lástima que no ha tocado la otra parte”. A lo que yo contesté: “No sé Don Ata de qué otra parte me habla, hay una grabación de Corsini que sale así como lo hice yo”. “Bueno, si al autor se le dio la gana de dejar de grabar una parte puede ser, pero permítame la guitarra” me contestó Yupanqui. Y con mi guitarra cantó esa parte que le faltaba al vals, una poesía preciosa que no sé por qué Ignacio Corsini no la grabó, será porque era muy largo.

Con la Violeta fue una cuestión circunstancial. Al principio yo estaba en Chile, en Santiago, a dos o tres cuadras de Mapocho, y había un boliche donde estaba la Violeta. Llego ahí porque me habían dicho que se armaban guitarreadas, y conozco a Violeta. Me presento, la saludo, era una mujer muy cordial, muy seria, muy formal. Y me dice si quería tomar algo, así que pisco de por medio nos empezamos a ver en distintas ocasiones. Tuve charlas personales con ella, yo a veces no entendía por qué me contaba esas cosas, era como una descarga que ella estaba haciendo. Era una mujer muy romántica, muy enamorada. Siempre aparecía en las charlas el nombre de Pedro Mezzone, integrante de Los Cuatro Cuartos, un gran conjunto de Chile. Esas son las experiencias que tengo con Violeta, cosas muy lindas, muy ricas. Pero así como con ella, he tenido también la experiencia de estar con Mercedes Sosa y acompañarla -luego de las audiciones en la LV8- por la calle Entre Ríos hasta el Zanjón Cacique Guaymallén y desde allí hasta la Pedro Molina y allí se iba a la Media Luna, lugar que habitaban con Matus.

¿Cuándo tocabas en esas peña en Chile junto a Violeta Parra, no sentías que había como cierta hermandad con el pueblo chileno porque el folklore cuyano tiene mucha influencia chilena? ¿Cómo recibía Violeta al cuyano que caía por allí a tocar? ¿Cómo recibía las canciones de nuestro género?

Lo que a ella le gustaba mucho, le llegaba mucho era la tonada. La tonada le encantaba, y yo le tocaba tonadas muy antiguas. Inclusive ella me dijo en varias oportunidades que había tonadas que ella ya había escuchado alguna vez, e incluso ya había escuchado a Los Trovadores de Cuyo. Indudablemente era una mujer que no solo se dedicaba a hacer lo suyo, sino a ver y escuchar lo que hacían los otros. También le gustaban mucho algunos valsecitos romanticones, que a ella le llegaban mucho, inclusive hasta dejar caer un lagrimón.

¿Y cuando ella hacía alguna cueca chilena o alguna música campera típica de allá, te sentías familiar? Porque son músicas muy parecidas, Latinoamérica es un gran país en realidad.

Totalmente como decís vos. Somos una sola nación, América Latina.

Cuando ella cantaba, le ponía el alma, como se lo ponía a todo, a todo lo que hacía. Cuando yo cantaba alguna cueca, fundamentalmente de Hilario, a ella le encantaba e inclusive me acompañaba. Mi tiempo por aquellos lados pasaron y regreso a Mendoza a continuar con lo mío.

En el 2012, en la Vendimia Central, tuve la posibilidad de cantar cinco temas como solista. Esa fue una gran satisfacción para mí, pese a que los medios no mencionaron nada, porque parece que a los medios no les interesan los músicos de acá. O me equivoco porque el periodista no tiene la obligación de conocer la historia de la música y el canto de Mendoza… ¿no?

El Dani Talquenca te convocó para esa Vendimia…

Sí, el Daniel me convocó, porque él ya me había convocado para otras vendimias Central en las que era director musical. Me dijo: “Negro, te convoco porque vos me traés suerte”. Todavía no se sabía nada sobre los ganadores del concurso, pero nosotros ya estábamos ensayando igual por la dudas, para ganar tiempo. Por suerte ganó Grigor y fue ese el regreso a mi vieja casa, la Fiesta Nacional de la Vendimia. Ese momento lo viví con mi familia, mis hijos y mis nietos y bisnietos viéndome cantar ahí, fue un momento muy especial.

Nombraste a muchos grandes. ¿Se nos está olvidando alguno? Con Tito Francia también estuviste, con los referentes del Nuevo Cancionero te codeaste con todos prácticamente.

Sí, con ellos estuve desde que comenzaba a engendrarse esa idea, siempre con el loco a la cabeza, porque el Armando no se quedaba quieto. Cuando Armando Tejada Gómez se ponía de pié y largaba la poesía recién parida, todo temblaba. Yo en esa época hacía radio cuando comienza a generarse el tema del Movimiento. Entonces me prendí a ellos, yo andaba mucho con el Mamadera Aragón, que es el autor de Pancha Alfaro por ejemplo. Tuve participación allí, e inclusive con Ecos del Ande, conjunto que no se lo nombra pero es parte del nacimiento del Nuevo Cancionero. Esto es algo que hablábamos mucho con Tito Francia, que siempre me decía que se olvidaban de nombrar mucha gente cuando se hacía referencia al Nuevo Cancionero, gente que debía figurar y no estaba. Pero Tito era tan prudente que afirmaba que no lo hacían con mala intención, sino que era tanta gente que siempre se quedaban algunos afuera y nombraban solo algunos. Era mucha la gente que participaba, muchísima gente estaba ahí cerca.

¿Algún otro gran artista más?

Creo que te nombré a todos. Sí te puedo contar que estuve con José Ortubia, el Gaucho Ortubia, ahí es donde yo me encuentro con Jorge Cafrune que llega con Los Olimareños. Fue en la casa de los Ortubia donde me crucé a estos grandes, y también te comento que a Cafrune le canté La Tupungatina y se la llevó grabada en una cinta abierta de un grabador “geloso”. Hoy es Carlos W. Ortubia el que ha sabido llevar el estandarte de esa familia. José El Gaucho Ortubia fue el autor de Cuando Muere el Trovador, Se Fue Sin Decirme Adiós, y otras tantas canciones hermosas grabadas por Los Trovadores de Cuyo.

También tengo una historia muy bonita de 1954 con Don Julio Quintanilla, yo tenía doce años y me senté en su mesa a charlar con él, en la esquina de Tiburcio Benegas y Joaquín V. González. Yo fui a preguntar por mi papá porque hacía una semana que había salido con la guitarra y no volvía, y me dijo que mi papá estaba tocando en una de las piezas dispuestas para banquetes privados. “Su papa está cantando, se va a demorar un poquito pero siéntese ‘mijo’, espérelo”. Y luego me dice “¿Usted canta?”, y le digo, “yo canto”.

En esa época era Antonio Tormo o Andrés Murúa, porque la gente había creado un antagonismo que no existía, porque a unos les gustaba Andrés Murúa y a otros Antonio Tormo. Pero la realidad era que mi papa tenía varios hijos, Antonio no. Entonces Antonio tenía un campo fértil para trabajar y podía irse por ahí sin ningún problema; mi papa si se iba, dejaba a los pichones sin comida, porque éramos chicos. Y ahí tengo el gusto de ver en la mesa central de ese boliche a Marta de los Ríos, Waldo de los Ríos (su hijo), Félix Perez Cardozo, Hilario Cuadros, Domingo Morales y Santiago Bértiz, todos cenando, y pude verlos a esos ídolos a la distancia, pese a que los tenía a 3 metros pero estaban tan lejos de mí, a esa gente se la ve lejos. Y yo a partir de allí hice una gran amistad con Julio Quintanilla y los hermanos Burmaz que son los que más lo ayudaron en sus malos momentos, siempre recordaban que había un pibe que siempre iba al hospital San Antonio, donde está actualmente el barrio San Antonio, a visitarlo a Don Julio Quintanilla cuando estaba internado allí; ese pibe que iba a visitarlo era yo. Iba todos los días hasta que los hermanos Burmaz lo sacan del hospital y lo llevan a la casa y después le perdí pisada, y cuando me entere que falleció ya había pasado un mes largo.

Después tengo la suerte de cantar junto con Tino Neglia cuando se instala un busto de bronce con la imagen de Don Julio. La Poesía de Tino y yo con las canciones de Quintanilla en la entrada del Teatro me invitan para que fuera y quienes lo hacen son los hermanos Burmaz, de eso no me olvido nunca. Ellos son un dúo de hermanos que viven en Godoy Cruz, mecánicos de profesión pero músicos de alma, uno guitarrista, otro con bandoneón que hacían un folclore cuyano muy puro.

Estuve con Lolita Torres en una mesa redonda de la LV10 cuando estaba en la calle General Paz y San Martin. Además estaba Ariel Ramírez, Enrique Guzmán el cantante de tango, y el que dirigía la mesa redonda era Nicolás Segovia, el locutor que hacia las entrevistas. Entonces me pregunta “Has escuchado como dueño de casa lo que ha dicho Lolita Torres, Ariel Ramírez y Quique Guzmán, ¿Qué opinas vos?” Y me salió el indio: “Yo lo único que puedo decir Nicolás es que a mí se me cumplió el sueño del pibe” y continué “Una mesa donde se han hablado cosas tan interesantes e importantes con la mujer que fue el amor de mi vida” (Risas). Cuando yo dije eso ella agachó la cabeza, no sabía dónde meterse, entonces le digo “Señora discúlpeme, quiero que me interprete lo que yo quiero decir, usted fue para mi generación, cuando era adolescente, el amor soñado de todos los muchachos de la Republica Argentina, la novia ideal” (Risas).

¿Y alguna historia con la ‘Señora de la Tonada’?

Yo la conozco a Angelita Aguilera, pero anterior a ella yo conocí a las ‘Cuyanitas’ y a ‘Las Hermanas Rosas’ aunque era más de nombre porque eran de San Carlos, de La Consulta, cantorazas. Y acá en Mendoza ya estaba instalada otra gran cantante ‘Chela’ Corvalán, nadie se acuerda de ella, ni siquiera supieron quien era. Y es una de las grandes cantantes folklóricas cuyanas que tuvo Mendoza. Después conocí con los años a Angelita Aguilera , y venia pisando con todo, pero también en esa época aparece una niña que la llaman ‘La Reina de la Tonada’ que grabó en Buenos Aires, que participó en varios festivales nacionales de folklore, Susanita Díaz y solo tenía 14 años la ‘culilla’ pero cantaba tan precioso, era tan impresionante cuando salía al publico esa ‘flaca’ a cantar con su guitarra y esa voz que tenía que la gente inmediatamente se encariñaba de tal manera que terminó siendo la reina de la tonada pero después predominó el estudio en ella, luego se convirtió en docente y se jubiló como directora y además es mi comadre. Pero, ojo, en aquella época, estaba la Juanita Vera, ésa negra de Lavalle. Gran amiga y mejor cantora. La Chiqui Fredesvinda Páez, tonadera de alma con quien canté en varios en escenarios como el Festival de Los Venados de Oro de San Luis, Raquel Sosa Cepeda una maipucina que tenía una voz maravillosa y para colmo… tonadera.

También se puede nombrar al ‘Polo’ Marquez y al ‘Pocho’ Sosa.

Con el Polo comenzamos en el año ’57 o ’58, desde ahí ya nos juntábamos en el barrio a cantar y en esa época le hacía al folklore y además fue el primer bailarín que yo vi haciendo malambo con boleadoras y cuchillo, tenía un traje de gaucho color bordó. Era impresionante lo que hacía con su baile, pero era más impresionante lo que hacía como cantante.

Se dedicó al canto melódico el Polo.

Si, se dedicó a la música melódica, pero nosotros hicimos primero ‘Cordilleranos’, un conjunto que era Pablito Godoy, Ernesto Villegas, Polo Márquez o Polo Maturano, y yo. Éramos un cuarteto y sonaba tan fuerte, tan fuerte que un día nos sentamos a tomar mate en la casa de Ernesto Villegas y nos sinceramos. “Polo, ¿vos querés seguir con el conjunto?”, “Mira, mi inquietud es seguir como solista” y se fue del conjunto. Entonces viene otro muchacho, Dante Barrionuevo, y comenzamos con ‘Las Voces del Quebrachal’ y ahí hacíamos audiciones en la LV10 y nos contrataban.

Con el Polo somos hermanos. Yo siempre digo que si hay un ser que yo quiero mucho es al Polo, porque hay que conocerlo profundamente para darse cuenta por qué él es como es. Yo lo tuve en mi casa después que se había divorciado de su primer matrimonio, cuando nació Gustavito (Maturano), un cantorazo. A ese niño le canté la primer tonada junto a su cunita, por lo que tenemos una relación de hermandad con el Polo. Hoy lo veo a Gustavo y me vienen todos los recuerdos más bonitos.

Después viene el ‘Pocho’, lo conozco cuando estaba en un conjunto que tenían en la 5ta. Sección (Capital), un cuarteto creo que era ‘Los Piyunche’ con Gerardo Poblet.

Vos viste formar y crecer a grandes artistas como ‘Golondrina Ruiz’, ‘Pocho Sosa’. Qué otros hay que viste comenzar junto con vos, que los ayudaste y hoy estas orgulloso de verlos consagrados.

Yo ayudar no ayude a nadie, lo que lograron lo hicieron por meritos propios y porque lo hacían bien. La alegría mía puede ser la de Polo, porque corría el año ’70 y yo estaba en un comercio de la calle Vicente Zapata comprando un televisor blanco y negro en crédito de 48 cuotas, estaba con mi señora (Martha) y veo un jingle de publicidad en la televisión del negocio y ahí estaba Polo y esa fue una de las mayores alegrías de mi vida verlo a mi hermano, ahí dije “Polo llegaste”. Tal es así que cada vez que íbamos para Buenos Aires la visita obligada era ir a verlo cantar porque estaba con todos los grandes y él era uno más de esos grandes. Varias veces estaba en un lugar que se llamaba ‘Lagar del Virrey’ que era un boliche escondido en un sótano donde estaba Piazzolla, Ruth Durante, etc. Y estaban todos en el mismo letrero, ninguno sobresalía de más. Él fue una de mis grandes alegrías.

Yo tengo un hermano (Hugo Murúa) que es un cantorazo y que pudo llegar a mucho, tuvo oportunidades y ofrecimientos y los desechó porque prefirió un perfil bajo y resguardarse. Es un cantorazo, pero será mi gran pregunta de interrogación. Siendo tan cantorazo, decidió hacer la suya. Conmigo hacía un Dúo Impresionante.

Tambien te diste el gusto de cantar con dos grandes de dimensiones internacionales, desconocidos y olvidados como Daniel Riolobos y Leo Marini.

Si, yo diría ni desconocidos ni olvidados. Son dos grandes. Lo que pasa es que son mendocinos. (Risas). Con Daniel tuve la suerte de cantar con él. En una oportunidad terminé de hacer una audición en la LV8 y me fui a Villa Marta, parte de Villa Jovita, en el Oeste de Godoy Cruz y allí había una fiesta muy grande al punto de cortar la calle y poner un escenario grandísimo y cuando voy para el escenario ahí estaba el Daniel y me mira y me dice “¿Cómo te va Muruíta?”, y le respondí “Bien Dani, ¿Vas a cantar?”, y me dice “Ahí van a armar el aparato este para no mezclar mal las cosas porque vos haces folklore y yo melódico. Así que vamos a ordenar el espectáculo este, porque no es cosa de subir así sin que este organizado”, haciéndome un guiño y una sonrisa cómplice. Ahí estuvimos charlando hasta que apareció Julio Rafael Rojo quien era joven pero ya era locutor y sube al escenario y empieza a explicar al público el por qué del festival, el cual estaba lleno de bote a bote y entonces me anuncia como lo hacían en esa época, como “la primera voz de Mendoza” (yo nunca me lo creí) y canto; después lo hace un trió de Buenos Aires que hacían folklore y luego Daniel, que tenía un pianista que lo acompañaba, Chiquito Roccetti. Terminó y nos fuimos a la casa de él donde estuvimos hasta el otro día guitarreando y charlando, hasta que él tuvo que volar lejos y se fue primero a Buenos Aires y después a México donde se transformó en un ídolo. Allí tenía un admirador muy grande, inalcanzable para muchos y que lo conoció una vez que tocaba en México y después, cada vez que viajaba a Nueva York o Los Ángeles siempre había una mesa al lado del escenario y ahí estaba sentado Frank Sinatra.

Algo similar pasa con Leo Marini que también fue casi olvidado en Mendoza y reconocido en el mundo, porque es un privilegiado de virtudes y de humildades. El arrancó como cantor melódico previo a Daniel, porque tiene películas con Amelita Vargas, comedias inolvidables donde canta él. Era pituco pero nadie lo conocía profundamente, era tremendamente sencillo, un muchacho mas de barrio y con él también tuve la suerte de cantar. En Chile, Perú, Colombia, Venezuela lo conocían, y puedo decirte que era Gardel. En Buenos Aires se cansó de hacer cine, por eso nunca voy a entender cómo acá en Mendoza nunca nada. Hoy estas y mañana… sos olvido.

Los grandes medios de comunicación locales desconocen la historia, por eso no le dan bolilla. Muchas veces me ha pasado de escuchar Cadena 3 y hay programas donde pasan música folklórica de todos los grandes mendocinos que Mendoza ignora. Lo escucho porque me reencuentro con viejas grabaciones que hablan de la historia de diferentes cantantes. Es como reencontrarme con el tiempo de oro de la radio.

Yo la vez pasada fui y no vi en la entrada la estatua de Julio Quintanilla, quisiera saber qué hicieron con ese busto, si lo cambiaron por el busto del capitán Piluso o no sé qué es lo que han hecho, pero me extrañó mucho ver ese espacio vacío porque está registrado en los diarios cuando se ha hecho esa inauguración, inclusive tengo las gacetillas del diario, tengo todo.

Y en los artistas que están intentando rescatar lo nuestro. Que mensaje le das vos que ya tenés 58 años en el círculo superior de la música.

A los muchachos… a los no tan jóvenes y a los más jovencitos. Primero les voy a decir lo que me dijo mi papa cuando yo comencé a agarrar la guitarra en serio: “Guillermo, no te la creas, esto dura poco y por ahí te podes pegar con la piedra en los dientes y ese golpe es muy feo. Trata de mantenerte siempre atento a ser un sujeto respetable, respetuoso y dedicale tu vida a la música por la música misma, porque la amás, la llevás en la sangre. Pero lo que te vuelvo a repetir es que no te la creas, dura poco”. Y esto se lo digo yo a los muchachos, a los que hacen una música determinada, a cualquier género de música, a los chicos que están actuando actualmente les digo que no se la crean, que pongan lo mejor de sí porque capacidad es lo que les sobra, tienen muchas virtudes, son creativos, tienen cosas muy bonitas y muchas veces por una zoncera destruyen todo lo bonito que vienen construyendo. O sea que sin darse cuenta tiran abajo una cosa que venían construyendo una cosa bonita. Y son ellos los mismos que se encargan de destruir, nadie los destruye, pero hay que tener mucho cuidado, tienen que tener respeto y que traten de sondear la historia de la música de Mendoza y si no la encuentran, yo puedo ser uno, uno más de los que pueden charlar con ellos y decirle de dónde venimos, que es muy importante saber de dónde venimos para saber a dónde vamos. No equivocar el camino es saber de dónde venimos y no creérsela porque no hay capital más bonito en un artista que la humildad.

  Nota publicada en la edición de Febrero/Abril de 2014
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